HISTORIA DEL CASTILLO DE LOS MOLARES
Estudio histórico de Los Molares realizado por: Pablo José Ramírez Moreno, Doctor en Historia y arqueólogo profesional.Extracto de la Carta Patrimonial de Los Molares 2020
En 1248, el rey Fernando III “El Santo” conquista Sevilla, quedándose esta zona despoblada. Este territorio pasa a formar parte del lote de tierras a repartir a los nuevos propietarios en 1253, en este caso a la gente de confianza del rey que había ayudado en dicha conquista. A comienzos del siglo XIV, en 1310, el rey Fernando IV otorga a Lope Gutiérrez de Toledo (hijo de Lope de Haro “El Chico”) la heredad de El Molar, como premio a su actuación en la fracasada campaña de Algeciras. La heredad del Molar era una pequeña extensión de tierra en torno al lugar donde se habría de construir una fortaleza.
D.FERNANDO IV EL EMPLAZADO, CONCEDIÓ A D. LOPE CHICO COMO RECOMPENSA DE SUS SERVICIO PRESTADOS A LA CAUSA DE LA RECONQUISTA LA HEREDAD DEL MOLAR D.ALFONSO XI AMPLIÓ LA CONCESIÓN A FAVOR DE D. LOPE GUTIÉRREZ EN PRUEBA DE LOS SERVICIOS PRESTADOS PAR A LA RECONQUISTA Y EN ATENCIÓN A QUE EN HEREDAD DEL MOLAR HABÍA CONSTRUIDO UN CASTILLO Y PROCURABA FORMAR UNA POBLACIÓN COMO FORMÓ LLAMÁNDOLA LOS MOLARES
Lope Gutiérrez de Toledo sería el primer señor de Los Molares, siendo entonces cuando comenzó a edificar el castillo. Amplió su patrimonio mediante la adquisición en 1323 de 130 yugadas de tierra para pan en la vecina alquería de Norias. En la entrada principal del castillo hay una placa de mármol con esta leyenda:
En 1331 muere Lope Gutiérrez de Toledo
hereda su hijo de igual nombre, II Señor de Los Molares y alcalde mayor de Sevilla. Éste solicita a la Corona media legua más en torno al castillo que ya se había construido, como el propio rey Alfonso XI explica en la carta de privilegio de 1336:
Es en esta misma fecha cuando obtiene la concesión del territorio de la torre del Bao Alvar García de Illas, para que éste construya una torre-fortaleza y propicie el poblamiento. Se le otorgó media legua de término y unas condiciones similares a las de su vecino Lope Gutiérrez. En 1344 se amplió en otra media legua. Sin embargo, su poblamiento será escaso, y pronto se convertirá en un despoblado, en beneficio de las poblaciones cercanas ya consolidadas (Morón, El Coronil, Los Molares). La Torre del Bao y el castillo, son los dos BIC (Bien de Interés Cultural) de Los Molares.
En noviembre del año 1430, tras una subasta pública el castillo se entregaría a la familia Ribera, Duques de Alcalá y llamados posteriormente duques de Medinaceli. El castillo de Los Molares se convirtió en una plaza fuerte, en los enfrentamientos de los moriscos de Granada contra el reino cristiano.
La fortaleza, es una de las más grandes del territorio y se ubicó en una línea de fortificaciones defensivas que se denominó la Banda Morisca, junto con otras localidades (Morón de la Frontera, Arahal, Montellano, El Coronil, El Palmar de troya, Utrera, etc.) para hacer frente a las razzias de los benimerines que entraban desde Ronda para atacar todos estos núcleos urbanos. El acontecimiento está recogido en unas crónicas que se encuentran en el Archivo Municipal de Morón. En el año 1488, Los Molares, El Coronil y Utrera sufrirían el último ataque de los moriscos del Reino de Granada.
Unas décadas antes, en el año 1465, se produce la concesión de una feria franca por el Rey Enrique IV de Castilla, a través de una Cédula Real que otorga a doña María de Mendoza, condesa de Los Molares e hija menor del Marqués de Santillana. Fue la esposa de Per Afán de Ribera, III Adelantado de Andalucía. Con la paz, el descubrimiento de América y la ciudad de Sevilla como puerto y puerta de las Indias, la feria tomó un gran impulso, convirtiéndose en una de las más importantes del país. Genoveses, venecianos, alemanes y gentes venidas desde las Américas comercializaban aquí todo tipo de mercancías. Destacó el negocio textil (paños, sedas, brocados), la venta de esclavos y otros enseres de gran valor. Los descendientes de María de Mendoza, doña Catalina de Ribera y su hijo Don Fadrique I Marqués de Tarifa, dejarían una huella perpetua en la ciudad de Sevilla, con la creación del Hospital de las Cinco Llagas y la introducción de la arquitectura renacentista en la ciudad condal. Dos siglos más tarde, el cambio del puerto de Sevilla con las Américas hacia Cádiz y la peste negra que asoló Europa, finalizó con este evento de origen bajomedieval.
También hay que destacar, en ese contexto histórico coincidiendo con el desarrollo de la feria, que entre los años de 1569 y 1584, por mandato del Duque de Alcalá Fernando Enríquez de Ribera, la población tiene como gobernador del castillo y juez principal de la villa, al célebre poeta sevillano del Siglo de Oro, llamado Baltasar del Alcázar (1530-1606), mayormente conocido por su obra literaria satírica y burlesca, titulada la Cena Jocosa. En Los Molares, entre sus muchas obras escribe “A la fiesta de toros en Los Molares” (1574), una de las primeras crónicas taurinas que se conocen. Cada año, en el mes de octubre, se rememora la Feria de la Seda de Los Molares.
En 1837, Los Molares deja de ser villa de señorío, y la propiedad del castillo y su tierra pasa por varias manos. En 1876, debido a la imposibilidad de seguir gobernándose por sí mismo, el municipio se agrega a la cercana villa de Utrera, situación en la que permanece hasta 1919, cuando vuelve a ser independiente. En 1886, don Francisco González Pérez Surga vende el castillo y pasa su propiedad al utrerano don Enrique de la Cuadra y Gibaxa, quien le somete a una profunda restauración con el fin de celebrar una fiesta medieval para la boda de su hija, que nunca llegaría a producirse. José Gestoso y el Doctor Thebussen ayudarían a Enrique de La Cuadra a plantear todo ese proceso.
Descripción arquitectónica del Castillo de Los Molares.
El castillo se compone de un amplio recinto fortificado amurallado y almenado, una torre maestra con forma pentagonal (Dojon/Torre del Homenaje) y una torre de flanqueo de planta semicircular, conectada a ésta por un patio interior y un adarve. Otras torres que estaban a los lados del patio de armas se han perdido con el tiempo, un aspecto que se ha podido documentar a través de la memoria oral y por las fotografías de principios del siglo XX.
La fábrica utilizada en su construcción es de ladrillo, sillería y tapial. Como se ha expuesto en el apartado anterior, la fortaleza ha sido profundamente restaurada a finales del siglo XIX, aunque en modernas restauraciones el revestimiento exterior se ha ido sustituyendo progresivamente por mortero de cal, siguiendo los actuales criterios de restauración. La puerta principal está construida con sillares y forma un arco rebajado de medio punto. Por esta puerta se accedía al patio de armas y a varias naves abovedadas en torno a éste, a través de una rampa también se podía pasar a la planta alta. La actual puerta de entrada conduce mediante otra rampa al pequeño patio interior que comunica ambas torres. En la segunda planta de la Torre del Homenaje se encuentran tres pequeñas habitaciones abovedadas comunicadas por pasillos y un mirador en la parte superior, rematada por almenas y matacanes (ladroneras) en los ángulos. En el piso bajo se encuentra la denominada sala de la “Media Naranja”, de forma irregular y cubierta en su parte central por una bóveda vaída. Desde ella se pasa a una nave rectangular, compartimentada por arcos fajones, cubierta por bóvedas de arista, y con ventanas tipo arco apuntado. La zona superior del patio de armas, contigua a la estancia anterior, cuenta con otra puerta de acceso al recinto, la Puerta del Campo, compuesta por una arquería de medio punto sobre columnas de piedra seguramente erigida en el siglo XIX.
Para hacer frente a una agresión en el siglo XIV, el castillo de Los Molares estaba preparado con una serie de elementos arquitectónicos defensivos que servían de protección contra los posibles ataques de los moriscos granadinos. En primer lugar, sus poderosos muros construidos con sillares de piedra y tapial, rodeaban las dependencias del castillo y a la Torre del Homenaje ubicada dentro de su recinto. La entrada principal de la fortaleza se hizo de forma tipo “acodada” en forma de “L” (la entrada por la calle Duque de Alcalá), para obstaculizar el acceso en caso de asedio de las tropas enemigas. La portada está construida con sillares, y está formada por un arco rebajado de medio punto, y sobre ella, hay una tarjeta ochavada, un escudo de armas (una heráldica desconocida) con cuatro carteles y cimera. Por otro lado, desde los matacanes, merlones y las saeteras se lanzarían proyectiles en caso de un ataque del exterior. Estos elementos arquitectónicos, coronaban la torre principal del castillo. En caso de ser asediado, en su interior una vez traspasadas las murallas por el enemigo, existían otro tipo de elementos defensivos denominados buhederas o ladroneras, situado en el interior de la Torre del Homenaje, realizadas en este caso de forma hexagonal. Si aún con estos elementos defensivos, no eran suficientes para la supervivencia de sus huéspedes, los castillos medievales disponían también de una serie de salidas auxiliares o de emergencia, para que los habitantes del castillo pudiesen burlar al enemigo, facilitando la huida de la fortaleza sin ser capturados. Del Castillo de Los Molares, se conoce un portillo que da a un túnel que cruza la torre del homenaje bajo sus cimientos, desde el patio de armas hasta lo que se conoce hoy en día como la Plaza de la Mancomunidad. El túnel ha sido objeto de todo tipo de leyendas urbanas. La entrada fue sellada por el mal estado del techo.
Hoy en día el castillo se encuentra enclavado en pleno centro urbano, constituyendo una referencia indudable de identidad de este pueblo. Desde 1993 está declarado BIC (Bien de Interés Cultural). Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español. En el año 1993 la Junta de Andalucía otorgó el reconocimiento especial a los castillos de la Comunidad Autónoma de Andalucía y en 2007 se aprobó la nueva ley de Patrimonio Histórico de Andalucía.